El momento de la concepción es todo un espectáculo. Asistimos absortos a una magnífica y nutrida carrera de espermas que tienen como meta llegar a un lejano “sol”. Sin poder explicárnoslo, nos sentimos parte de la carrera… y a la vez de la meta. ¿Será ese el punto en que da inicio la dualidad a la que debemos sujetarnos en la Tierra?

A continuación, sentimos una gran expansión de ENERGÍA durante la fusión de ambos gametos. Pasan unas cuantas horas y da comienzo la división celular. Cada electrón y minúscula partícula, siguiendo la batuta del Gran Director de la Orquesta de la Vida, emite su vibración, su melodía, para dar forma al corazón, al cerebro, al sistema respiratorio y al musculoesquelético, al aparato digestivo, al páncreas, a los riñones, al vaso… en fin. Si el ADN mensajero ejecuta con toda precisión su complejo y minucioso trabajo, todo estará en el lugar que le corresponde de manera correcta.